El cielo triste y apenado
sobre tal inmensidad
llora tan desconsolado
que se entristece la mar.
Lágrimas de terciopelo
al compás de atroz tormenta
lo cubre con un gran velo
y apagar el día intenta.
Se despertó una sirena
ante el acontecimiento
y hasta a la playa su arena
se les ausenta el contento
y palidecen las olas
asustándose de horada
y cantan las caracolas
con un sonido feroz.
Un pez se esconde asustado
aquí en las profundidades
hasta que el sol se ha enfrentado
y huyen las calamidades.
Un gran arco de colores
se dibuja en el firmamento.
Pinceladas de pintores
alla arriba toman asiento.
El día, no, tiene enojos
y unas lágrimas felices
normal que en los bellos ojos
del mar así se deslicen.
ELIAS ROMERO
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